domingo, 20 de septiembre de 2015

Embalse de Alange (BA), proximidades de Palomas.


Nuevamente por Alange (BA)


     Y es que esta zona da mucho juego. La gran extensión que ocupa este embalse, entre campos de cultivo, y unido a su proximidad a las sierras centrales de la provincia, lo hacen un lugar tan bueno como el que más para la observación de aves. No en vano, como recordamos, es un área declarada como ZEPA

       Varios arroyos desembocan en él (aparte del río Matachel, su principal fuente), el Valdemedel, el Palomillas y el San Juan, y hacia este último fue a donde nos dirigimos, justo donde enlaza con el embalse. Como sabíamos que por estas fechas, el nivel del agua estaría en mínimos (algunos islotes incluso son accesibles por tierra ahora mismo), la zona sería más que propicia para limícolas, anátidas, etc. Pero además, también convendría estar atentos a las aves en paso post-nupcial, esto es, aquellas que se dirigen a África tras el período de reproducción, para pasar el invierno.


Punto de comienzo de la jornada. Embalse a la izquierda, y arroyo a la dcha.



Desde el puente


     Como casi siempre, iniciamos la jornada a las ocho de la mañana. La luz a esas horas era de un intenso naranja, y había tal algarabía de trinos, que difícilmente podían separarse unos de otros. 
     Tras dejar el vehículo en el que llegamos, nos aproximamos al arroyo siguiendo la carretera que lo atraviesa. En dicho punto, encontramos un pequeño puente que ofrecía un lugar aventajado, desde el que observamos las primeras aves. Un par de Lavanderas Blancas (Motacilla alba), varios diminutos Chorlitejos, a poca distancia, correteaban por las orillas del exiguo cauce del arroyo, tanto el Chorlitejo Chico (Charadrius dubius) como el Chorlitejo Grande (Charadrius hiaticula).
 
Chorlitejo Chico (Charadrius dubius). Foto: Agustín Giraldo.




      Igualmente, pudimos observar junto a ellos, otros inquilinos igual de frecuentes por las orillas, el Andarríos Chico (Actitis hypoleuca), hasta ocho ejemplares en total durante la jornada, y el Andarríos Grande (Tringa ochropus), tres ejemplares en total.
 
Andarríos Grande (Tringa ochropus) en la parte superior, y Andarríos Chico (Actitis hypoleuca). Foto: Agustín Giraldo.



      Tampoco podían faltar las esbeltas Cigüeñuelas (Himantopus himantopus), un grupito de cuatro ejemplares ya algo más alejadas, en la cola del embalse.


Cigüeñuela (Himantopus himantopus).
 



Avanzando


     Tras cosa de una hora, decidimos dirigirnos siguiendo la orilla del arroyo y algo más tierra adentro, en dirección al embalse, y en particular hacia unas pequeñas porciones de tierra y piedras, que habían quedado al descubierto entre el agua. Desde lo lejos, podíamos observar mucho movimiento por esa zona. El trayecto estaba plagado de Retamas y algunas Encinas. Y resultó provechoso, ya que pudimos anotar otras muchas especies. A saber:  Mirlo C. (Turdus merula), una pareja de Palomas Torcaces (Columba palumbus), otra de Abubillas (Upupa epops), un grupito de entre cinco y diez Rabilargos (Cyanopica cyanus) que se movían ruidosamente, alguna Perdiz Roja (Alectoris rufa) que sólo pudimos oír a lo lejos, lo mismo que una pareja de Cuervos (Corvus corax), alguna que otra Tórtola Turca (Streptopelia decaocto), y finalmente una Ganga Ortega (Pterocles orientalis), que salió despavorida de la base de una encina, con un sonido muy mecánico a modo de alarma. Primera vez que observo este ave, por cierto. También pudimos observar sobre los lejanos roquedos de enfrente, como una cincuentena de Buitres Leonados (Gyps fulvus).
        Mención aparte merecen los siguientes por estar a punto de dejarnos: un único ejemplar de Tórtola Común (Streptopelia turtur)Abejarucos (Merops apiaster), un pequeño grupo de no más de cinco ejemplares como mucho, que sólo pudimos oír. Sólo dos Aviones Comunes (Delichon urbicum), en contraste con la semana anterior en el embalse de Nogales, donde eran cientos. Y finalmente, multitud de Papamoscas Cerrojillo (Ficedula hypoleuca), en paso por nuestro territorio y camino de África, tras criar en latitudes superiores. Lo mismo que algunos Mosquiteros Musicales (Phylloscopus trochilus).


Hembra de Papamoscas Cerrojillo (Ficecula hypoleuca).




Nuevo emplazamiento


     Tras unos trescientos metros, nos situamos frente al par de pequeños islotes que antes mencioné, ocultándonos entre los arbustos. Habiendo reduciendo la distancia de manera considerable, ahora podríamos identificar más fácilmente las especies que por allí se movían. Para empezar, en nuestra propia orilla y bien cerca, teníamos un Martín Pescador (Alcedo atthis), posado en una rama, acechando a los pececillos.


Martín Pescador (Alcedo atthis). Foto: Agustín Giraldo.



      En esa misma dirección, y siguiendo la orilla, apareció uno de los cuatro ejemplares de Agachadiza Común (Gallinago gallinago) que pudimos observar, una invernante que justo ahora, empieza a dejarse ver.


Agachadiza Común (Gallinago gallinago). Foto: Agustín Giraldo.



      A ella le siguieron especies más comunes, como el Ánade Azulón (Anas platyrhynchos), una pareja de Garcetas Comunes (Egretta garcetta), el Cormorán Grande (Phalacrocorax carbo), un bando de unos doscientos ejemplares que sobrevolaban la presa y algunos aislados, la Gaviota Reidora (Chroicocephalus ridibundus), una adulta y varias inmaduras, la Garza Real (Ardea cinerea), tres ejemplares en total, y la Garceta Grande (Egretta alba), un único y solitario ejemplar, como suele ser habitual.
 
Garceta Grande (Egretta alba).



Garza Real (Ardea cinerea).



 
Cormorán Grande (Phalacrocorax carbo).



 
Gaviota Reidora (Chroicocephalus ridibundus).




Fin de jornada


     Tras casi cuatro horas y media, al final resultó que no nos  habíamos movido más de quinientos metros. Simplemente la jornada resultó así. Disfrutamos del constante movimiento de aves por las orillas, y de discernir entre unas y otras, a una distancia cómoda.

      A modo de resumen, y sin quitar valor a las especies más comunes, garzas, chorlitejos, etc., con las que se disfruta igualmente, resaltaríamos de esta jornada las primeras Agachadizas, que no veíamos desde el invierno pasado (obviamente). El paso post-nupcial de Papamoscas y Mosquiteros, muy abundantes, y ya aparte la Ganga Ortega, especie que como he comentado, he observado por primera vez. Por contra, e increíblemente diría yo, la escasez de rapaces resulta igual de llamativa. Lo achacaremos a la mala suerte, porque esta es un área donde precisamente abundan.


El compañero Agustín, de regreso.

Fin de jornada.






















Todas las fotos de la jornada aquí.






lunes, 14 de septiembre de 2015

Embalse de Nogales (BA).


Situación. 


     Este embalse, que toma su nombre de la cercana población del mismo nombre (y cuyo castillo es de destacar), es una masa de agua discreta, que puede alcanzar un máximo de 15 hm3 (fuente: embalses.net). Está rodeado de sierras suaves, sin grandes roquedos, pero sobre todo de interminables fincas de encinas y alcornoques, dedicadas en su mayor parte a la ganadería. 

     El acceso a la presa, se realiza desde la carretera BA-124. Pero como evidentemente, para nuestra actividad, necesitamos un lugar lo más tranquilo posible, decidimos, mi compañero Agustín y yo mismo, dirigirnos a una de las colas del embalse, la entrada del arroyo de La Pata de La Mora, siguiendo la orilla este. Pues bien, ese tramo de orilla, el comprendido entre la presa y hasta un poco más adelante de este arroyo, es la única zona accesible para el público en general, y es el mayor inconveniente como podréis suponer para movernos. El resto son terrenos cercados con alambres, cancelas, muros de piedra, etc. (llegan hasta el agua), que además tienen el doble inconveniente de tener ganadería suelta, por lo que no conviene tentar la suerte...


Vista panorámica de la presa. A la dcha. el castillo de Nogales.



En el peor momento posible. 


     Ya he comentado en otras ocasiones, que las incógnitas que ofrece a priori, cualquier jornada o escapada, son un aliciente más de la propia jornada, a veces para bien (observas el ave o escena que no soñabas ni de lejos), y otras no tan bien (un pinchazo, te pierdes, el campo es un desierto ese día). Esta se inició más bien de esta última manera. Según íbamos llegando a la cola del embalse con nuestro vehículo por la pista de tierra (en muy buen estado por cierto), empezamos a ver multitud de pescadores por toda la orilla, y más y más vehículos. No tengo nada contra los pescadores, más allá de que nosotros intentamos pasar desapercibidos y que las aves no noten nuestra presencia, y los pescadores pues no tanto, con lo cual, las aves no se acercan, son espantadas, etc. Dicho esto, lo de aquel día no era ni normal. Seguíamos y seguíamos por la pista de tierra rodeando el embalse, y no dejábamos de ver pescadores por toda la orilla, como uno o dos cada cinco metros. "Un concurso de pesca...", sóltó mi compañero. Yo no sabía ni reír o llorar. Nos encontramos con un pequeño observatorio para aves, que no tenía mal aspecto, estaba abierto, sólo que se encontraba en mitad de "la fiesta". Quizás otro día. Continuamos hasta que nuestro camino se empezó a separar de la orilla (nuestra idea era recorrer tanta como pudiésemos en busca de acuáticas, limícolas, etc. y a la vez, observar lo que se presentase por los cielos). Dejamos el vehículo a la sombra de una gran encina, cogimos el material y empezamos a caminar, en paralelo a la orilla, buscando zonas más tranquilas...


Observatorio en mitad del concurso de pesca.



     Y hoy sí que es necesario hacer un inciso. Basura. Sí, basura. Toda la zona ocupada por los pescadores, cientos de metros de orilla, con cantidades ingentes de restos de todo tipo, botellas, papeles, ropas, etc. mejor no entrar en detalles. Incluso en el agua. En buena parte sin duda achacables a ellos, sus principales usuarios. No sé cómo no cogen alguna enfermedad en semejante lugar. Es indignante. El embalse más sucio con diferencia que he visto en mucho tiempo. Llamarlo pocilga es echarle un piropo. Pero igual de indignante es que las autoridades competentes, no pongan remedio a esto, con carteles avisando de multar, colocando contenedores y recogiéndolos con regularidad, con presencia de agentes del medio ambiente por la zona, etc. Suciedad y desidia a partes iguales...




Entrando en faena. 


      El día inicialmente se presentó despejado en su mayor parte. Ideal en lo climatológico, ni frío ni calor, con una luz muy apropiada para apreciar detalles en las aves. 

     Los primeros en aparecer fueron los Cormoranes Grandes (Phalacrocorax carbo), un bando de unos cuarenta ejemplares volando rápido y a media altura sobre el agua, procedentes del recodo de agua situado a nuestras espaldas. A estos le siguieron un par de Gaviotas Sombrías (Larus fuscus), que ya no pararon de dar vueltas por la zona, dejándose ver buena parte del resto de la jornada.


Bando de Cormoranes Grandes (Phalacrocorax carbo). Foto: Agustín Giraldo.


Gaviota Sombría (Larus fuscus). Foto: Agustín Giraldo.



      El camino no tardó mucho en finalizar delante de nosotros, yendo a parar contra un muro de piedras que llegaba hasta el agua. Nuevo dilema. Hoy no era día de recular y quedarse cerca de los pescadores, so pena de ver más bien pocas aves, de manera que, sin que sirva de precedente, y viendo que no había ganado a la vista, decidimos saltarlo y acortar trayecto desviándonos un poco de la orilla, subiendo una pequeña colina, para luego bajar hacia el agua, a otra cola del embalse, suponíamos que ahora sí, mucho más tranquila. 

    La verdad es que la decisión fue más que acertada. Por el camino no tuvimos más remedio que pararnos más de una vez. Multitud de pequeñas insectívoras, reclamaban nuestra atención, tremendamente confiadas además. Entre ellas, tuvimos la ocasión de ver el Agateador Común (Certhia brachydactyla), que no veía desde la primavera pasada, recorriendo incansable los troncos de las encinas.


Agateador Común (Certhia brachydactyla).


     De mismas costumbres y similar comportamiento, también pudimos observar el Trepador Azul (Sitta europaea), que igualmente no veía desde antes del verano.


Trepador Azul (Sitta europaea). Foto: Agustín Giraldo.



     Y siguiendo con las pequeñas insectívoras en paso post-nupcial ahora mismo, no podían faltar los Mosquiteros Musicales (Phylloscopus trochilus), dando botes sin parar en el suelo, alimentándose a la vez que haciendo rápidas piruetas en el aire. Algunas otras insectívoras también presentes por las cercanías fueron el Carbonero Común (Parus major), el Herrerillo Común (Cyanistes caeruleus) y una pequeñas bandada de Jilgueros (Carduelis carduelis), que pasaron raudos y cantarines a poca altura.


Mosquitero Musical (Phylloscopus trochilus).


    Un pequeño vídeo donde podéis ver lo inquieto que es: 






Un mirador perfecto.


     Llegamos por fin al otro lado de la colina, y hasta el borde mismo del agua. La zona efectivamente, era mucho más tranquila. De hecho sólo vimos al llegar un chaval que con su caña de pescar, tiraba y recogía el sedal repetidamente. Tras él, nadie más apareció el resto de la mañana. Paramos con la idea de hacer una pausa momentánea, debajo de dos grandes encinas, a cosa de diez metros de la orilla. Desde allí, daba la casualidad de que teníamos unas vistas más que interesantes. Por un lado, de frente, controlábamos la zona centro del embalse, y por otro lado, hacia nuestra derecha/espalda, teníamos un recodo que terminaba a cosa de doscientos metros, donde además, había algunos árboles muertos de ramas peladas en el agua, perfectas como posaderos. Y por si fuera poco, también de frente, se extendía buena parte de la sierra de María Andrés. Y empezaron a llegar aves...

    Un primer vistazo por los alrededores, nos permitió observar alguna que otra Tórtola Turca (Streptopelia decaocto). También escuchar muy a lo lejos, alguna Perdiz Roja (Alectoris rufa). Un poco a nuestra izquierda, sobre las copas de los árboles, un grupito de Estorninos Negros (Sturnus unicolor), no paraban de moverse de un lado para otro. También teníamos sobre nuestras cabezas, una solitaria Golondrina Dáurica (Cecropis daurica) que no paraba de dar vueltas. Y al final del recodo antes citado, un par de Garcetas Comunes (Egretta garzeta), y alguna que otra Garza Real (Ardea cinerea), de las cuales en total durante la mañana, contabilizamos seis ejemplares.


Garza Real (Ardea cinerea). Foto: Agustín Giraldo.



     Mirando hacia la extensión de agua que teníamos justo en frente, pudimos comprobar cómo hacia el centro del embalse, se iban acumulando multitud de anátidas, en su mayoría Ánades Azulones (Anas platyrhynchos). Una solitaria Espátula (Platalea leucorodia) también se nos acercó y posó a cosa de cien metros, sobre un saliente de rocas.


Ánade Azulón (Anas platyrhynchos).


Espátula (Platalea leucorodia).





La hora de las rapaces.


    No suele fallar. Como a las once la mañana, oteamos el horizonte en busca de ellas, y de necrófagas. Y allí estaban. En un par de riscos de la sierra de María Andrés, ya teníamos dos grupos cicleando. Pero no hizo falta siquiera imaginar qué serían. Poco a poco, en constante goteo, empezaron a llegar ejemplares de Buitres Leonados (Gyps fulvus) de todos lados, planeando a gran altura, y también al menos una pareja de Buitres Negros (Aegypius monachus), entremezclados sin mayores problemas.


Buitre Leonado (Gyps fulvus) y pareja de Buitres Negros (Aegypius monachus).



     La cosa empezaba a animarse. A cierta distancia, entre los buitres, apreciamos otra silueta de rapaz que tras dar un par de vueltas, pudimos finalmente reconocer: un Águila de Bonelli (Aquila fasciata), que no se decidió a acercarse algo más. No tardó en aparecer también un Águila Calzada (Aquila pennata), en fase clara, justo a nuestra espalda. Y para completar el trío, una Culebrera Europea (Circaetus gallicus), procedente de la zona del recodo próximo, se dirigió hacia nosotros lentamente para, en un momento dado, cernirse durante algunos segundos en el mismo lugar, cual cernícalo. La primera vez que éramos testigos de ese comportamiento en una Culebrera Europea. Definitivamente, el día había mejorado... pero aún faltaba lo mejor...


Culebrera Europea (Circaetus gallicus), cerniéndose cual cernícalo.





La escena soñada.


     No creo confundirme si digo que, para la mayoría de aficionados al mundo de las aves, uno de los momentos con los que más se disfruta, por su espectacularidad, es con las escenas de caza de las rapaces. Ser espectador en primera persona y a tiempo real, es realmente algo que impresiona y que no suele olvidarse. Pues ese era el día, y uno de esos momentos. Yo creo que mirábamos a lo lejos, a las anátidas quizás, cuando me dio por mirar a mi derecha, sobre el agua, y al ver una silueta de rapaz a cosa de cien metros, reorienté rápidamente de prismáticos. No tardé mucho en reconocerla. "Ahí tienes la Pescadora...", le dije a mi compañero, que acto seguido se giró como si le hubiese picado una avispa...



Águila Pescadora (Pandion haliaetus) al llegar...



     Creo que daría dos vueltas más sobre el agua, y acto seguido ¡se zambulló como un rayo! Dos segundos después remontaba poco a poco el vuelo, portando entre sus garras de manera muy visible, un pez de grandes dimensiones. Esta es la secuencia...
     


Águila Pescadora (Pandion haliaetus) en plena captura.



   Bueno, ¡yo creo que nos faltó descorchar el Champán para celebrarlo! Menudo momento. No dábamos crédito. Por fin éramos testigos directos de una de las escenas más espectaculares que podríamos observar. Tras la captura, y permaneciendo más o menos a la misma distancia, la rapaz fue dando vueltas y vueltas, cogiendo altura muy lentamente, para finalmente desaparecer. Todavía incrédulos, mirábamos las cámaras de fotos de ambos, para comprobar que habíamos tomado buenas instantáneas del suceso, y vaya que sí...


Fijaos en el tamaño de la captura...


Ya a bastante altura, a punto de irse.





Último tramo.


     Alejándonos del lugar, no dejábamos de comentar la escena anterior. La suerte otras veces tan esquiva, esta vez nos dio asientos de palco vip y fuimos espectadores en primera fila. 

    Para ir regresando poco a poco, en lugar de hacerlo justo por donde habíamos venido, lo hicimos siguiendo la orilla del recodo que por la mañana habíamos evitado, de esta forma, completaríamos el reconocimiento de la zona. Una cuestión a destacar, sobre todo para las fechas en la que ya estábamos, era la gran cantidad de Aviones Comunes (Delichon urbicum) que sobrevolaba el embalse por todas partes, y a diferentes alturas. Todo lo contrario que las Golondrinas Comunes (Hirundo rustica), de las que sólo observamos contados individuos. Ningún ejemplar de Vencejo, por contra. Continuando por la orilla, tropezamos con una pareja de Martines Pescadores (Alcedo atthis), realizando vuelos cortos a ras de agua, de una piedra a otra. 

     Tras unos doscientos metros, llegamos al saliente. Como zona de paso de aves, creo que era aún mejor que la anterior, y lo bueno era que además, había altos arbustos donde ocultarse. Lo tendremos en cuenta para una nueva ocasión. Desde allí, estábamos más cerca de la presa, y en torno a esta, pudimos observar como unos sesenta Buitres Leonados (Gyps fulvus), cicleando a lo largo de todo ella, y por los cerros cercanos. Además, sobre el centro del embalse, apareció una bandada de un centenar de Ánades Azulones (Anas platyrhynchos), muy vistosos, moviéndose todos al unísono y mostrando el verde irisado de sus alas.


El compañero Agustín, en el saliente comentado y ya regresando.


Observando las anátidas y buitres desde el mismo lugar.




Regreso.


     En el trayecto de vuelta, todavía pudimos anotar algunas especies más. Como un par de Chorlitejos Grandes (Charadrius hiaticula), que nos esperaban en una zona muy tranquila, donde había por cierto ganado porcino bebiendo y comiendo. Algunas Palomas Bravías (Columba livia), unas diez aproximadamente, volaban algo lejos cerca de la orilla opuesta. Al poco, y a cosa ya de unos trescientos metros de nuestro vehículo, me dio por mirar sobre nosotros, y me encontré que a gran altura, volaban muy lentamente en círculos, cinco ejemplares de Cigüeña Negra (Ciconia nigra). Aquello bien merecía parar algunos minutos más para recrearnos. En estas fechas, están en constante movimiento y agrupándose antes de dar el salto a África para invernar. Fueron las únicas que vimos durante la jornada, y ya nos extrañaba no haberlas visto antes, porque la zona parece el hábitat perfeto.


Cigüeñas Negras (Ciconia nigra) a gran altura.



    Lo cierto es que se está convirtiendo en una costumbre, una afortunada costumbre, pero no es menos cierto, que siempre que volvemos y estamos ya a pie del vehículo, y nos da por mirar alrededor, termina por aparecer algún ave o aves, que no habíamos visto todavía. Ese fue el caso. Algo alejados y a bastante altura, una pareja de Busardos Ratoneros (Buteo buteo), daban vueltas y se alejaban muy despacio. Creo que habíamos escuchado alguno durante la mañana, pero ahora los confirmábamos. Ya desde el propio vehículo, al pasar otra vez por el arroyo de La Pata de La Mora, pudimos ver algunas Garcillas Bueyeras (Bulbucus ibis), junto a algunas cabezas de ganado que pastaban en lo que quedaba del cauce.


Busardo Ratonero (Buteo buteo) alejándose.
     




La anécdota.


    Alguna vez tenía que pasar. Estábamos descargando ya en el vehículo todo el material que solemos llevar, mochila, prismáticos, cámara de fotos, teles... ¿¡¡dónde está mi telescopio terrestre!!? Supuse que me había despistado con la aparición de la pareja de Busardos Ratoneros, y que lo había dejado apoyado cerca, en alguna parte, pero por más que miré alrededor del vehículo, no lo encontré por ningún lado. Sólo quedaba volver atrás sobre mis pasos y esperar tener suerte. No podía estar muy lejos, he hecho, recordaba haberlo soltado al ver las Cigüeñas Negras, con lo que no estaría más allá de trescientos metros. Nuevamente salté la cerca de la finca por la que veníamos, y volví a caminar pegado al muro, bajo la atenta mirada de los cerdos que correteaban por todos lados. Y efectivamente. Estaba justo donde recordaba haberme parado para observar las Cigüeñas Negras, bajo una encina, pero tirado en el suelo. Al acercarme, lo encontré absolutamente relamido y embarrado, trípode incluido, sin duda alguna por los amigos cerdos, que tras "catarlo" y no ver que aquello fuese apetecible ni comestible (un Swarovski debe de ser bastante más apetitoso), optaron por dejarlo sin más. Resumiendo, que al menos, tras una buena sesión de limpieza en casa, algunos arañazos y poco más, sigo teniendo telescopio... y alguna anécdota más que contar! ;-)


Estado en el que encontré el telescopio.

Todas las fotos de la jornada aquí.